Hoy, los termómetros de máxima y mínima en El Enebral nos han hecho la pinza, o el alicate, alrededor de los CERO GRADOS. Ha sido el día en que las temperaturas máxima y mínima se han separado menos, en el último año. Los índices se han quedado equidistantes de la raya “neutra” del CERO, un grado por arriba y otro por debajo.

Sería una buena ocasión para rememorar el chiste facilón, si no fuera porque muchos de nuestros convecinos se la han tenido que jugar por las calles de la urbanización y por la peligrosa pista que nos une a la población de Valdorros y a la autovía, para poder ir a trabajar como cualquier otro día. La nieve caída, no mucha (de doce a quince centímetros de espesor), se fue congelando de noche y, durante mediodía y la tarde, con un sol luminoso que ha hecho subir el termómetro tímidamente por encima de un grado positivo, la ha derretido superficialmente para volverla a helar en cuanto el sol ha declinado.
Tenemos, a estas horas (nueve de la noche), menos cinco grados y medio, y baja. Mañana, las roderas que hoy han impreso los coches serán “potras” como las que utilizábamos los chavales de los años cincuenta para patinar y pasárnoslo bomba. Pero hoy eso no le hace gracia a nadie, porque lo que importa es poder llegar a la autovía sin percances, cosa que será difícil.

Algún vecino ha querido evitar en lo posible que en las calles más umbrías se mantengan compactadas estas roderas, limpiando de nieve algún trozo, pero si no se cuenta con mayor número de palas, la labor puntual es inútil. Y contar con que algo se haga a expensas de la Administración hoy, es soñar, pues no existimos. Sólo si aunamos el esfuerzo de todos, y no solamente en palas, podremos, en otras nevadas que habrán de venir, exigir ser atendidos.

Sería una buena ocasión para rememorar el chiste facilón, si no fuera porque muchos de nuestros convecinos se la han tenido que jugar por las calles de la urbanización y por la peligrosa pista que nos une a la población de Valdorros y a la autovía, para poder ir a trabajar como cualquier otro día. La nieve caída, no mucha (de doce a quince centímetros de espesor), se fue congelando de noche y, durante mediodía y la tarde, con un sol luminoso que ha hecho subir el termómetro tímidamente por encima de un grado positivo, la ha derretido superficialmente para volverla a helar en cuanto el sol ha declinado.
Tenemos, a estas horas (nueve de la noche), menos cinco grados y medio, y baja. Mañana, las roderas que hoy han impreso los coches serán “potras” como las que utilizábamos los chavales de los años cincuenta para patinar y pasárnoslo bomba. Pero hoy eso no le hace gracia a nadie, porque lo que importa es poder llegar a la autovía sin percances, cosa que será difícil.

Algún vecino ha querido evitar en lo posible que en las calles más umbrías se mantengan compactadas estas roderas, limpiando de nieve algún trozo, pero si no se cuenta con mayor número de palas, la labor puntual es inútil. Y contar con que algo se haga a expensas de la Administración hoy, es soñar, pues no existimos. Sólo si aunamos el esfuerzo de todos, y no solamente en palas, podremos, en otras nevadas que habrán de venir, exigir ser atendidos.
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